La frase proverbial “Pasar más hambre que un maestro de escuela”,
que todavía se usa como muletilla en la conversación, alude a la
desdichada situación económica por las que pasaron los maestros de
enseñanza primaria durante el siglo XIX debido lo escaso de su
retribución y a lo incierto de su percepción o devengo.
Históricamente,
desde Fernando VII a Alfonso XIII, los maestros de enseñanza primaria
formaban una profesión marcada por la penuria económica y cultural.
Cualquier estudio sobre el magisterio español en el siglo XIX y parte
del XX –y los hay excelentes como los de Ruiz Berrio, Beatriz Baltanaz o
Ruiz Rodrigo- destapa la escasa consideración social que se tenía a los
docentes, lo que corrobora la literatura costumbrista coetánea.
Alejandro Fernández Pombo, en su tesis doctoral “El profesor en la sociedad española del siglo XIX a través de la literatura”,
ha entresacado numerosos ejemplos literarios de las obras de Galdós,
Valera, Ganivet o Blasco Ibáñez. También Amando de Miguel en su libro “La España de nuestros abuelos” cita,
en relación con “la figura entrañable de los maestros”, los
testimonios, entre otros, de Palacio Valdés y Martinez Baselga.
Como exponente de estas citas, baste el feroz juicio que hace Emilia Pardo Bazán en “La vida contemporánea”, al referirse a la vida española de su tiempo:
“Educación? Para eso están los maestros de escuela con sus ayunos al traspaso y sus hambres calagurritanas”.
La
musa popular también hizo de este tópico, blanco de burlas y chanzas,
como evidencia este cantar popular que entonaba la Murga gaditana:
El ministro de Fomento...
¡huy que portento!...
dice que les va a pagar...
¿Será verdad?...
a los maestros de escuela...
¡Viva su abuela!...
toda la paga atrasá...
De
hecho, la mezquindad de los sueldos fue la causa de que los hombres
prefirieran profesiones mejor remuneradas y se ofreciera a las mujeres
el ejercicio profesional como maestras, haciendo traslado a las mismas
de su proverbial pobreza.
Tuvo
que ser el Conde de Romanones quién adoptara las medidas oportunas para
el pago de los maestros corriese a cargo del Estado. En efecto, por
Real Decreto de 26 de octubre y Ley Económica de 31 de diciembre de
1901, pasaron a depender del presupuesto del Estado las atenciones de
Primera Enseñanza, exceptuadas las de las Provincias Vascongadas y
Navarra, dejando estas “sagradas obligaciones” de depender de los
municipios que frecuentemente las olvidaban, dejando a deber a los
maestros años enteros de sus mezquinos sueldos y obligándoles, por
tanto, a mendigar o literalmente, a morirse de hambre.
La
II República hizo lo que pudo para dignificar la figura del maestro. De
hecho, como recuerda la escritora, recientemente fallecida, Josefina
Aldecoa en su “Historia de una maestra”, un gran número de
maestros hicieron práctica profesional de su fe republicana. El
personaje del maestro que interpreta Fernán Gómez en la exitosa película
“La lengua de las mariposas”
es fiel reflejo de esa circunstancia. Eminentes pedagogos como Manuel
Bartolomé Cossío inspiraron campañas como las Misiones Pedagógicas que
tuvieron gran eco dentro y fuera de España.
Con
la Dictadura de Franco volvió a decaer el papel de los maestros, muchos
de los cuales sufrieron en sus propias carnes el rigor de la depuración
(y aún males mayores). En su tesis “La depuración del magisterio nacional”,
el historiador Moreno Valero cifra en más de 60.000 el número de
maestros represaliados o que se vieron obligados a dejar sus puestos a
partir de 1939.
En
realidad represaliados resultaron todos los integrantes del Cuerpo de
Maestros pues todos fueron separados del ejercicio de la profesión, bajo
presunción de culpabilidad y obligados los que quisieron y pudieron
reintegrarse, a demostrar, a través del alcalde o del cura, que no eran
desafectos al nuevo régimen. A estos efectos, Josep Fontana señala que
la depuración de los maestros no solo pretendía apartar de la enseñanza a
los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su
número para cerrar escuelas1. Por su parte, María Antonia Iglesias, en un libro reciente “Los maestros de la República”2
nos refiere algunos de los casos mas terribles de maestros, víctimas de
la represión, e, igualmente Iñaki Pinedo, en el documental de cincuenta
minutos de duración titulado “La escuela fusilada” hace un repaso de esta memoria con testimonios de la represión sufrida por los maestros durante y después de la guerra civil.
Durante
los años 40 y 50 del pasado siglo, el magisterio nacional se convirtió
en una salida natural para las clases medias rurales. A lo largo de
estos años se acentuó, además, la diferenciación social entre el maestro
de primera enseñanza y el catedrático (o profesor agregado) de
Bachillerato, licenciado universitario, procedente en su mayor parte, de
las clases medias urbanas y poseedor de un mayor nivel cultural.
La
reformas educativas de los años 70 y el posterior proceso
democratizador en la enseñanza y en la sociedad, trajeron consigo, junto
con el incremento de la demanda educativa y su correlativo aumento de
aulas y profesores, una mayor exigencia social por lo que se ha venido
en llamar la “calidad de la enseñanza”, traducida también en una mayor
participación de los padres de los alumnos en la vida de los centros
docentes así como un cambio notable en las relaciones profesor-alumnos,
sin descartar los aspectos conflictivos de estas interrelaciones, hoy
día agudizados.
Paralelamente,
y a pesar de la problemática que pesa en torno al polémica sobre la
Educación en España, ha ido creciendo el aprecio social por los
profesores. Si en el curso 1991-1992, según una encuesta realizada por
la OCDE, esta consideración social se mantenía todavía baja, por debajo
de la media de otros países, en 2006 y según los resultados de un
estudio de opinión pública efectuado por la Fundación BBVA, los maestros
(los profesores, en general) son, junto a los científicos y médicos,
los grupos profesionales que mayor confianza suscitan entre los
españoles.
Los
maestros, escribió la citada Josefina Aldecoa, hija y nieta de
maestras, son los “héroes sociales” que han puesto en nuestras vidas las
bases mas importantes, los pilares mas firmes para nuestra formación
profesional y humana.
Al
recordar con esta breve nota la evolución del magisterio en España,
quiero invitar a los lectores de este blog a que, a su vez, recuerden
por un momento a aquellos profesores que contribuyeron a su formación,
rindiéndoles, aunque no sea sino en su fuero interno, el agradecido
homenaje que su memoria merece.
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